Avanzar es siempre recomendable que retroceder. En sociedades occidentales y orientales, el progreso, independientemente de la visión de la vida, se finca en dar a los hijos algo mejor que lo que les di ayer, en tener una vida en la cual nos sintamos a gusto, con la felicidad y la asiduidad que se necesita para ver avanzar nuestra persona y a los que nos rodean. Es aquí que nos damos cuenta que muchos piensan que si no avanzo yo, es mejor para ellos porque les causa placer o satisfacción ver que no se avanza, y si eso sucede invariablemente la sociedad de estanca.
Lo sembrado crece en relación a cuánto esmero le pones al cuidado con miras a la cosecha. Es así que para tener un resultado óptimo en cualquier relación, trabajo, proyecto o situación que se presente, hemos de poner el 110% para que hagamos las cosas. No hemos de ver el mal, porque al verlo se envanece y agranda. Es por ellos que a pesar de que como decíamos mucho gente no se apuesta por avanzar, si no por tapar o hacer retroceder al otro. Algo similar, dice aquella metáfora de las ranas: Cuenta la historia que había dos ranas que iban caminando por el campo en la mañana. En su camino, ya de regreso a su casa, nuestras amigas ranas cayeron por distracción en un hoyo profundo que estaba tapado con ramas y hojarasca. Y fue así que las dos estaban desesperadas por salir. Llegaron sus compañeras ranas a ver cómo salian, pero era curioso que no las ayudaban a salir. Las ranas que veían, no tenían fe en que salieran y todas echaban gritos desalentadores y supresores del ánimo: no puedes, están muy abajo, mientras que las dos ranas intentaban saltar y saltar. Llegó un momento en que una de las dos, por falta de afán de logro y por los gritos de las demás compañeras ranas, desistió. Y cayó en un estado de profunda insipidez por luchar por su vida. Pero la otra rana seguía y seguía intentando, pasaron horas y horas y, sin desvanecerse, después de analizar las tácticas, alcanzó salir.
Las compañeras ranas, sorprendidas le preguntaron cómo había logrado salir. Su respuesta fue nula, ya que era sordo-muda. Es de esta forma que la otra rana murió del desánimo y la saliente rana, consiguió su premio. La moraleja de esta metáfora es que a pesar de que el mundo, los demás te digan no puedes, debemos hacernos oídos sordos para que a pesar de que todas las voces digan que no puedes, tú debes de seguir adelante.
Con ello, podrás avanzar en tu vida, hacer notar a la humanidad que no te desanimas, que el deseo o intención de otros por no “salvarte” y dejarte a la deriva queda atrás; sabes que hay alguien que nunca te va a dejar solo, y Él es, Dios mismo. La historia de las ranas no habla de Dios, pero a pesar de que no seamos nosotros personas sordo-mudas, debemos tener fe. Muchas personas te ayudarán, muchos te darán aliento, pero debemos movernos por ideales más altos, con la asiduidad cotidiana, para lograr el asentamiento cotidiano de metas a alcanzar y de no retroceder ni un segundo, sino escalar en la montaña de la vida con optimismo, para que se trasforme en resultados óptimos.