domingo, 30 de diciembre de 2012

La intención "no" es lo que cuenta

En la sociedad actual, se cree en muchas asociaciones y fundaciones de la filantropía actuales,  que la intención es el eje sobre el cual giran tus aspiraciones personales, familiares y comunitarias.

Y afirmativamente, coincidimos en que de ellas mucho depende el logro aspiracional que anhelamos: un bien. Sin embargo, de poco o yo diría de nada sirve que desees un bien si no lo logras, para ti y los demás. Es ahí cuando la intención se nulifica, se esfuma y, se vuelve irremediablemente al imaginario personal que pudo ser.


Seamos como los niños, que comunmente
su intención es recta y sencilla.
Es por eso que si no logramos un bien debemos -primero- preguntarnos a cada uno de nosotros [en el fin de 2012, donde estamos en recuento y propósitos de año nuevo] qué no hicimos bien y -segundo- ver de entre el entorno, qué nos frenó a dar ese bien, ya no sólo personal sino familiar y social.

En ese pensar estoy seguro que sin vacilar, encontraremos que un bien-intencionado vale menos -en cuanto a dignidad humana, antropológicamente hablando[1]- porque si bien  su intención es buena, su resultado no lo es y, con ello, su efectividad o potencial creador se merma quedándose en la no realización del bien y, por ende, en la frustración.

En este sentido, no dejemos que el bien sea opacado por nuestra falta de diligencia y fe. Más bien, enfoquémonos en hacerlo crecer para mí y los congéneres, de palabra y de obra.

NOTA DISCURSIVA:[2]





[1] Para abundar sobre este término en Alejandro Ledesma Solórzano, “¿Todas las personas son dignas?", Yo Influyo, disponible en: http://www.yoinfluyo.com/yi20/int-especiales/especial/2684-todas-las-personas-son-dignas
[2] NOTA: Con esto, no que remos decir, no tomar en cuenta o segar e incluso perder la "recta intención". Ésta, es parte fundamental para tomar una decisión, pero si se "queda" en la pura y soñadora intención, su valor axiológico [como principio], antropológico [como un beneficio a la humanidad] y el ontológico [observando claramente la no trascendencia del posible bien] se suprime al no materializarse en hechos, en la realidad objetiva y subjetiva, que vivimos.

martes, 30 de octubre de 2012

La consistencia con valor

"Todo lo que vive y alienta, va
hacia la eternidad." Gaston Courtois.  
La consistencia entendida como duración, estabilidad, solidez
[1], evoca inexorablemente a la eternidad. La eternidad llama a que el hoy y presente de cada uno sea permanentemente consistente, es decir, que no se acostumbre a la indiferencia en lo cotidiano y que se apueste por un rumbo definido, estipulado (MISIÓN). Acorde con el principio de inmutabilidad, la eternidad es un concepto que no se muda, que no cambia que en términos filosóficos (y jurídicos) mantiene una (valga la redundancia) consistencia perenne e inalterable que le da tiempo y forma al actuar diario de la persona.
 Ese actuar, que debe rememorar, al interior del ser, ese deseo de eternidad, de hacer lo que debemos en el momento preciso y providente, conlleva la consigna de hacer mejores a mí y a los que me rodean. Esa estabilidad de detectar los puntos buenos (y malos) que en un ansia de ver por le llamaría el avance de todos en un ambiente propicio, que devenga en un pensar, conocer y hacer enfocado en el bien personal, familiar y comunitario, estable y sólido, como debe de ser para todos en una condición, digamos, benéfica en todos los aspectos. 


Hacer ver a los demás, una claridad de esperanza, juntos.
El cuerpo, como el alma, necesita alimento. Si vemos la solidez en el plano físico, tendremos un cuerpo sano y en funciones correctas. Si lo vemos en el plano ontológico (pertenieciente o relativo al ser), el alma o espíritu, que no se ve, parte de un conocimiento que sólo puede tener el hombre, dotado de inteligencia y voluntad, y que puede entender con la relación consigo y con el bien (o si queremos ser perfeccionistas, con el sumo bien, Dios). Cada uno nos conocemos, vemos áreas de oportunidad (defectos) que nos den consistencia, perfección en lo imperfecto, salud en un entorno climático que cada vez es menos saludable, plenitud en lo contingente o temporal.
Descubrir y construir una misión personal
en el tiempo: para perdurar  
Sí queremos que nuestras acciones duren, hemos de apostarnos por ser personas que perduren. Y para que esto suceda, tenemos que pensar cosas buenas (como diría un amigo para mí y mi circunstancia), hacerlas y conocer cómo mejorarlas. Durabilidad es sinónimo de fuerza. Seamos personas, con esa "durabilidad". Fuertes en medio de entornos contrarios al bien. Fuertes, en medio de mis defectos. Fuertes en medio de conocimientos difusos o poco certeros. Fuertes ante la tempestad mediática que nos absorbe y que condiciona, pero que para mí no es determinante. Perdurar es no olvidar y para perdurar en el tiempo, hemos de conocer y prepararnos. La mejor inversión que puedes hacer es en ti mismo, diría el escritor Stephen Covey. Preparémonos para que esa inversión reditúe en mi bien y el bien común.


El bien común demanda que seamos fiduciarios (palabra poco empleada, por lo menos en México y América Latina), propongámonos tener o yo diría descubrir y construir, en esta vida, una misión. Ese rumbo estipulado por cada uno y que por esa razón vino al mundo. La misión, nos debe de dar un apogeo personal.

Actuemos, pues, sin indiferencia en lo cotidiano, en cada diálogo, en cada trato, en cada pequeño momento (ante la TV, el radio, el trabajo, la escuela, la familia), en todos lados; y con esa seguridad de que en Dios descubriremos nuestra misión, pues es un ser personal (o tripersonal si creemos en la doctrina católica) que se sostiene por la estabilidad, duración y solidez  que da el único ser que es eterno y completamente consistente: Dios mismo, ser que hace de la constitución de todo ser humano trascendente y eterna.



[1] “Definición de consistencia”, Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), disponible en: http://lema.rae.es/drae/?val=consistencia

domingo, 27 de mayo de 2012

Consejos para el reconocimiento personal.

La vida de muchos es ignorada, pero hay que saber ver los pequeños y constantes logros. Aquellos que no vemos de forma cotidiana y los que sí, pueden ser objeto de un tipo de escrutinio que valore sus pequeños y/o grandes esfuerzos que definen el tener algo en la panza o no.

Lo que hace un albañil al medir las distancia exacta para colocar el piso.

Lo que hace un obrero para armar un artículo de autoparte.

Lo que hace una enfermera para tener las jeringas, los medicamientos y alimentos a punto para el enfermo.

Lo que hace la vendedora para abrir temprano y atraer clinetes con descuentos innovadores y atractivos.

Lo que hace un administrador o gerente para que se optimicen los recursos y gastos.
Lo que hace a un político honesto [que hacen falta] al invertir el dinero del erario público en más y mejores obras.

Lo que hace el ver [que no chismosear], las cosas que hacen los demás por el sólo hecho de que cumplieron su objetivo.

Hemos de aprender a valorar el trabajo de otros,desde la más insignificante naranjita o pepenador hasta el mérito de tal empresario, empresa [Bimbo, i.e.] o fundación. En el plano personal, la mayoría de las veces pediremos no sólo se nos valore, sino que se nos reconozca ese esfuerzo por hacer nuestra labor, que, sin duda, la construimos cada día. Se gesta no únicamente con el sudor propio sino con la inteligencia, la razón, lo que hace a cada vida irrepetible cada una con su justo mérito y reconocimiento.

Aunque muchas veces no se reconozca al otro, su trabajo está ahí. Debemos de, como servidores públicos, reconocer el valor de cada trabajo, de cada intento, cada paso, cada logro, cada suspirar, eso es lo que si no marca la vida, sí la va construyendo: la diferencia la marcamos tú y yo, aprendiendo cada día en el andar cotidiano y colaborar en emprender eso que dará la diferencia, para salir del muchas veces letargo que vivimos en la rutina del trabajo o de la escuela y que, si emprendemos difernetes estrategias para diferentes situaciones seguro que lo aforntaremos con éxito y dejará huella -en la familia, en la comunidad, en la sociedad, la nación- lo que da a cada uno un toque personal por hacer lo que hace que seamos.

viernes, 6 de abril de 2012

En búsqueda del bien personal y colectivo

El bien enfocado como un logro que se da al tener un beneficio emocional, físico o espiritual, se puede aterrizar en el bien del hombre y el bien de la colectividad. La perfección es algo que ennoblece al ser humano porque lo acerca a Dios, a lo que -al considerar Su existencia- es empíricamente perfecto. La perfección humana en el bien, no es algo que se logre con facilidad y mucho menos con rapidez, de la noche a la mañana. Es un proceso que encierra puntos clave tanto para el mejoramiento de la persona como de su entorno.




El buscar el bien, hace que lo que está bien esté mejor, poco o mucho y que en un proceso, que en palabras de Shakespeare un poco desmotivante, "procurando lo mejor, estropeamos a menudo lo que está bien". Y ese será un dilema con el que no estamos de acuerdo, contrario a lo que podríamos pensar, porque si procuras el bien, habra frutos de bien y esto abordaremos con algunas ideas en esta entrada.

La vida humana está llena de imperfecciones. Imperfecciones que dan el toque humano a la persona. Sin imperfecciones, además de que la humanidad sería como el cielo o el karma budista, no podríamos mejorar el mundo. Indudablemente, lo que rodea al ser humano no es perfecto, pero es la propia imperfección humana, la que motiva a mejorar lo que le rodea empezando por sí mismo: lo que es mejor siempre redituará en mejores resultados para cualquier parte que se quiera ver. Sin embargo, las imperfecciones, como todo "mal" si somos estrictos, deben ayudar al ser humano a ser consciente y pleno de que primero, existen, y luego de que inexpugnablemente puede haber una "lucha interna" por querer mejorar, a pesar de que el mundo no camine como deberíamos impulsarlo, éste es un mundo que reclama mejoras perseverantes y permanentes, en lo personal, político, económico, social y cultural.

Pero ¿Por qué mejorar? ¿Por qué no dejar las cosas como están? ¿Por qué avanzar en vez de detenernos? La vida, como lo que se constituye en cada ser humano, es cambiante. Las cosas no van a ser mejor mañana si no nos disponemos a actuar en consecuencia.

Hoy se nos habla que hay que estar abiertos al cambio, a la adaptación y a la "ley del más fuerte". Sin duda, que no podemos partir, que nosotros creemos que si mejoramos podemos al mismo tiempo, empeorar el orden establecido de las cosas y con ello generar discordias y enfrentamientos. Ya lo decía un israelita que vivió hace 2000 años, Jesús: "No he venido a traer la paz sino la guerra", esto por un lado. Por el otro, la frase de Shakespeare es desmotivante y oscura. Porque, no invita a hacer lo que él hizo: crear obras literarias de gran envergadura o ser uno de los más improtantes novelistas de todos los tiempos. Cómo motivarse en este mundo? ¿Cómo adaptarse?

A pesar de que tengamos en el plano personal, como decíamos, errores e imperfecciones, debemos buscar erradicarlas, mejorarlas tanto en el plano personal y grupal. En qué consiste, por una parte, esa "lucha interna" que mencionábamos que debe ser perseverante y permamente. Consiste en que debemos identificar nuestras falencias y a partir de ellas, evitarlas o más bien, sería superponerlas con una virtud. Por ejemplo, si me cuesta trabajo levantarme, debo ponerme una rutina de pararme más temprano y hacer un poco de ejercicio. Esto en el plano personal en cualquier ámbito que se relacione. Por otra parte, en el plano colectivo, debe existir inicialmente, cierto jefe que diriga, conduzca. Como diría Gastón Courtois en el Arte de dirigir, el jefe, es el principio y punto de cohesión de todo grupo humano. Partiendo de esto, para que un grupo sea eficiente y eficaz, se deben de sacar adelante las fortalezas y virtudes de los miembros del grupo humano. Sin duda, habrá diversidad. Ésto además de no ser obstáculo sino una fuerza, es un punto de cohesión que nos motiva a que el grupo esté con ideas constantes y con propuestas que mejoren el accionar -indivicual y colectivo- del mismo. Los errores pueden o hacerte sentir el ser más vil y no reconocércele su virtud. Y en grupo, estas falencias se deben superponer para construir -entre todos- un resultado final enriquecido, comprenetado y mejor que el que se hubiera dado con la participación de una o dos personas. El error, debe ser un área no sólo de oportunidad sino de aprendizaje.

Es así, como trabajando y bregando, el bien se materializa en un bien superior. A qué me refiero: el bien común, A que el bien individual es importante, pero lo es más gratificante un bien común [colectivo] conjuntado con el bien personal. De ahí partiremos para que trabaje sólo o en equipo, el beneficio ha de constituirse en coadyuvar al bien de la colectividad con la consigna de que me beneficio yo pero también beneficio a la comunidad.



La perfección no debe ser lo más importante porque, muchas veces provoca miedos a no hacer las cosas bien y tilda tu actuar por uno que no es completamente libre. Lo que debemos buscar es la perfección, en el amor, muy diferente a lo que podría ser la perfección teórica. Es sólo así que las leyes se cumplen a la par que no existe un apego por absolutizarlas y somos, en el bien como individio o colectivamente, plenamente libres. El bien, es un don que nos acerca más a los demás [comunidad] y a Dios, nuestra lucha debe ser en pro de una adaptación a los tiempos que nos motiven a "dar algo" cada día, enfocándonos en 'ser' más que en 'hacer' para que el bien que construyamos o sembremos hoy, sea germen de verdad en este momento histórico que estamos por vivir en este 2012.