"Todo lo que vive y alienta, va
hacia la eternidad." Gaston Courtois.
La consistencia entendida como duración, estabilidad, solidez[1], evoca inexorablemente a la eternidad. La eternidad llama a que el hoy y presente de cada uno sea permanentemente consistente, es decir, que no se acostumbre a la indiferencia en lo cotidiano y que se apueste por un rumbo definido, estipulado (MISIÓN). Acorde con el principio de inmutabilidad, la eternidad es un concepto que no se muda, que no cambia que en términos filosóficos (y jurídicos) mantiene una (valga la redundancia) consistencia perenne e inalterable que le da tiempo y forma al actuar diario de la persona.
El cuerpo, como el alma, necesita alimento. Si vemos la solidez en el plano físico, tendremos un cuerpo sano y en funciones correctas. Si lo vemos en el plano ontológico (pertenieciente o relativo al ser), el alma o espíritu, que no se ve, parte de un conocimiento que sólo puede tener el hombre, dotado de inteligencia y voluntad, y que puede entender con la relación consigo y con el bien (o si queremos ser perfeccionistas, con el sumo bien, Dios). Cada uno nos conocemos, vemos áreas de oportunidad (defectos) que nos den consistencia, perfección en lo imperfecto, salud en un entorno climático que cada vez es menos saludable, plenitud en lo contingente o temporal.
Descubrir y construir una misión personal en el tiempo: para perdurar |
El bien común demanda que seamos fiduciarios (palabra poco empleada, por lo menos en México y América Latina), propongámonos tener o yo diría descubrir y construir, en esta vida, una misión. Ese rumbo estipulado por cada uno y que por esa razón vino al mundo. La misión, nos debe de dar un apogeo personal.
Actuemos, pues, sin indiferencia en lo cotidiano, en cada diálogo, en cada trato, en cada pequeño momento (ante la TV, el radio, el trabajo, la escuela, la familia), en todos lados; y con esa seguridad de que en Dios descubriremos nuestra misión, pues es un ser personal (o tripersonal si creemos en la doctrina católica) que se sostiene por la estabilidad, duración y solidez que da el único ser que es eterno y completamente consistente: Dios mismo, ser que hace de la constitución de todo ser humano trascendente y eterna.
[1] “Definición de consistencia”, Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), disponible en: http://lema.rae.es/drae/?val=consistencia